lunes, 25 de enero de 2010

Apocalipsis

Tunte, a 22 de Febrero de 2022.


Ya sólo quedamos doscientos de los 120.000 que logramos salvarnos de las primeras inundaciones. Hace años que no recibimos noticias del exterior, los pájaros han desaparecido, la temperatura ha bajado de los cero grados, el cielo plomizo impide ver el sol y aunque hace meses que el Teide dejó de rugir y echar lava y cenizas al aire, el olor a azufre sigue impregnándolo todo.
Nadie en el mundo pudo imaginar cuando el terremoto de Haití en 2010 que el loco de Chávez tenía razón, que todo había sido un experimento americano del proyecto HAARP. Claro que en aquella época poca gente había oído hablar del HAARP. Y lo que nunca supuso el equipo de científicos dentro de las instalaciones de Alaska es que con el siguiente impulso electromagnético de mil millones de watios, destinado a destruir Irán y sus centros de poder, iba a tener un rebote que terminó por partir en dos la isla de La Palma, creando un tsunami de más de trescientos metros de altura que se desplazó hacia la costa americana a una velocidad de 450 kms por hora, matando en su primer impacto al 80% de la población costera de los Estados Unidos, dando posteriormente tres veces la vuelta al mundo destruyendo todas las costas que golpeó.
Pero esto sólo fue el principio, el HAARP rompió la estructura del campo magnético terrestre, el que nos protege de las radiaciones solares y la vida sobre la tierra ha ido desapareciendo poco a poco. A partir de ese momento, los movimientos sísmicos y las erupciones volcánicas se extendieron por todo el mundo, que fue agonizando catástrofe tras catástrofe. Nuestro grupo ha sobrevivido gracias al laberinto de cuevas creadas por nuestros antepasados, pero se nos agota la comida y el agua está cada día más contaminada, el frío del exterior y la falta de sol impide que crezcan los cultivos, la esperanza de que nos rescaten, hace años que la perdimos y a nuestro alrededor, sólo vemos muerte y destrucción. El último contacto con el mundo se produjo a los pocos días de la catástrofe inicial, cuando un grupo de helicópteros del ejercito aterrizó trayendo material de emergencia. Pero ya entonces las telecomunicaciones se habían interrumpido y el teniente al mando de la misión nos advirtió de que no sabía si podrían volver con más equipos de socorro, la catástrofe era mundial y persignándose comentó: encomienden su alma a Dios, esto es el Apocalipsis.
A los pocos días todas las islas entraron en erupción, en aquellos momentos los supervivientes que estábamos en las cumbres pudimos ver el espectáculo cuando la tierra empezó a temblar y rugir. Las primeras fumarolas de humo aparecieron sobre el Teide, hasta que una mega explosión lo reventó y lo lanzó al aire, durante muchos días sólo hubo oscuridad y cenizas. En nuestra isla los volcanes explotaron por el norte donde en estuvo la ciudad de Las Palmas, desaparecida el día de las inundaciones, aquellos que habían bajado a intentar recuperar algunas de sus pertenencias, sucumbieron a los temblores y erupciones. El grupo se redujo a algunos puñados que nos fuimos desperdigando en tribus por la isla buscando el refugio de las cuevas. Los que se quedaron fuera no tardaron mucho en morir, enfermos de cáncer de piel y otras terribles enfermedades. Pero los víveres se fueron agotando y con la esperanza de una salvación que ya sabemos que no se va a producir, establecimos un turno de muerte, única forma de aprovisionarnos de carne fresca para darnos tiempo. Esta es mi última carta, mañana es mi turno, no puedo decir que haya sido una suerte haber sobrevivido cuatro años con esta dieta, sólo deseo que el tajo sea certero, no soportaría una muerte lenta…
Fin

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