No soy una persona creyente, al menos no lo soy en el sentido estricto de católico apostólico romano. Tengo una formación librepensadora, que me ha permitido desarrollar mi personalidad en base a creencias que me llevan a buscar la luz sin necesidad de la amenaza de la oscuridad.
Aún así estudié en un colegio de curas, tuve una educación religiosa y me aprendí los diez mandamientos (comunes aunque con ligeras variaciones en todas las religiones bíblicas: judía, cristiana y musulmana). También, cuando niño, fui a misa todos los domingos (hasta que se permitió que fuera en sábado), pero al final lo que prima es lo que vives en casa y mi madre no fue una mujer católica al uso, ni mi padre tampoco. Pero se nos dio las dosis justas de religión como para años más tarde poder elegir entre ser creyente o no, sin crearnos demasiados problemas de conciencia por ello.
Pero ¡ojo!, el no ser creyente en términos católicos, no significa ni mucho menos que no creamos en Dios. Yo creo en Dios por encima de todas las cosas, pero no acepto los dictados de una institución humana como es la Iglesia, a la qué precisamente su propio oscurantismo la ha llevado en muchos momentos de la historia a deslizarse por el lado tenebroso. Léase la pederastia por ejemplo, mal que ha asolado la iglesia y que últimamente llenan de noticias tristes y escandalosas los periódicos.
La creencia en la Iglesia como una entidad divina y creada por Dios, ha llevado a muchos fieles con menos criterio a renegar de ella por todos estos casos. No sólo a renegar de ella, sino acto seguido también abominar del Dios que la creó. Y no es eso. La Iglesia como entidad humana está llena de virtudes y defectos, es cierto que hay y ha habido pederastas que han actuado en su seno y al amparo de la institución; pero no es menos cierto que por cada cura pederasta ha habido mil que han vivido una vida ejemplar de pobreza y entrega. En cualquier aldea africana; mientras muchos de los detractores de La Iglesia, sentados frente al televisor abominan de la injusticia de un mundo que permite las hambrunas; hay un hospital llevado por monjas y curas que dan su vida para paliar el dolor de los más necesitados. Eso también es La Iglesia, o más bien, eso es la verdadera Iglesia. La que lleva el mensaje de Cristo de amor y perdón a cada rincón del orbe.
El problema está en que los españoles tenemos una tendencia natural a funcionar por contrarios, así en España el que no es católico convencido, es anticatólico furibundo y convencido también. En fin, somos “asín” que le vamos a hacer.
Juan Carlos Domínguez Siemens
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