martes, 29 de diciembre de 2009

Canariadas (I)

Alongada a su ventana en una calurosa mañana de la primavera de Tunte, vio Doña Rosa a Doña Concha, la mujer de Don Ezequiel el notario del pueblo que bajaba por la calle acompañada de sus hijas, las niñas Inés y Paloma. Al ver Doña Rosa lo crecidas, pizpiretas y ligeras de ropa que venían las niñas, exclamó preocupada: ¡Ay conchita! ¡Amarre usted sus cabritas que mis machos andan sueltos!
Doña Concha mujer culta, arrancada de sus Madriles por la profesión de su marido, no entendió la advertencia. Hasta tres días después, cuando el golfo de Juancho (el mayor de Doña Rosa), le devolvió a la niña Inés, a las siete de la mañana, ya mayor, con cara de gozo y sin atender a la bronca paterna...

Conclusión: cuando las palabras suenan a advertencia y no las entiendes... tradúcelas, que la gente del campo es muy sabia.

Fin

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