martes, 17 de marzo de 2009

La Entrevista (III)

Abrió los ojos y vio como un hombre de mediana edad -de evidente origen sudamericano, pues podía haber sido “el primo guapo” de Evo Morales- daba de comer a un grupo de jilgueros que se arremolinaba a su alrededor. Al ver que Juan de Dios despertaba sobresaltado de su letargo, se volvió para pedir disculpas. Su acento, le confirmó su primera impresión acerca de su aspecto, aunque mirándolo más detenidamente parecía más joven de lo que al principio había calculado.

- Disculpe si le molesté

- No, no, tranquilo, simplemente estaba tratando de no pensar en nada.

- ¡Ah! Eso suele ser difícil, pero necesario para la paz interior.

Mientras hablaba, uno de los jilgueros se le posó en el hombro y comenzó a trinarle al oído, el hombre asentía como si tuviera una interesante conversación con él. De vez en cuando se volvía a mirar a Juan de Dios y sonreía atento a los trinos del pájaro. Finalmente le hizo un gesto y el ave remontó vuelo hizo varias piruetas en el aire y se posó entre los dos. Juan de Dios sorprendido, vio como el jilguero dando saltitos se acercó hasta él y por último subió a su brazo que reposaba en su regazo y subió caminando de lado hasta su hombro. Una vez instalado allí le dijo al oído:

- Puedes empezar la entrevista cuando quieras, te presento a Jesús, hijo de María.

A Juan de Dios le dio un vuelco el corazón dio un respingo y poniéndose blanco como el papel miró a su compañero de banco que sonriendo divertido se levantó y le hizo una graciosa reverencia.

- Hola Juan, encantado de conocerte, mi madre me ha hablado mucho de ti, soy Jesús.

- ¡Ya está bien con esta broma! ¿Que eres? ¿Una especie de ilusionista, mentalista o hipnotista y has metido a varias personas en este enredo? ¡seguro!. ¿Acaso yo te he hecho algo? ¿Por qué me lo haces tú a mí? ¿O es un sentido del humor sudamericano que yo no entiendo?

Juan observó escandalizado como aquel tipo se partía de risa hasta las lágrimas sin ningún pudor.

- ¡Ay mijo! te pones tan gracioso cuando te entra el ataque de dignidad, que no puedo resistirlo. ¡Deberías verte la cara hombre!

- Pues tiene que saber que no me resulta gracioso nada de esto -siguiendo con su argumento sin inmutarse-

- ¡Venga hombre! ¡Déjese ya de lloreras! Asuma que Yo existo y hágame la entrevista. Sea profesional, es la primera persona que tiene la oportunidad de entrevistarme en dos mil años, considérelo una exclusiva y cuando terminemos de hablar, si sigue sin creer en mí... aquí paz y en el cielo gloria. -Esto le volvió a parecer gracioso y volvió a soltar una carcajada- ¡Ay Dios mío.... y en el cielo gloria! -limpiándose las lagrimas de la risa- Y tú, Juanito, hazme el favor de tomarte menos en serio ¡hombre!

Juan de Dios sopesaba los pros y los contras mientras observaba a aquél loco. Al fin y al cabo ¿que podía perder? Siempre podía usar la entrevista para demostrar las megalomanías de los esquizofrénicos y le serviría para un nuevo artículo.

- Sí, sí, eso, además te puede servir para describir la locura y sin contar con que ayer me lo prometiste en el ascensor... o crees que me he olvidado.

Una vez más asustado de que le pudieran leer la mente Juan de Dios ya no sabía que creer, pero estaba empezando a dudar que fuera una broma. Por si acaso dijo:

- De acuerdo, tú ganas, siempre llevo la grabadora conmigo, pero te voy a poner dos condiciones... ¡Y no me interrumpas con lo que pienso! Esa es la primera, no me digas lo que te voy a decir y la segunda es que yo conduzco la entrevista y yo hago las preguntas que tú me tienes que contestar.

- De acuerdo... la entrevista es tuya y la haces como quieras. Sólo que hay cosas referente a mi Padre que me reservo el derecho de no contestar.

Juan de Dios sacó la pequeña grabadora Sony de alta sensibilidad y la puso sobre el banco entre los dos. Rebuscó en la gabardina hasta que encontró el pequeño bloc de notas y la estilográfica que siempre llevaba consigo. Lo abrió por la primera página en blanco y garrapateó la fecha y la hora, después la apartó y miró al hombre que tenía delante dejando que sus pupilas se empapasen de él. No aparentaba tener más de treinta años, con una cara típicamente sudamericana, pelo negro liso, ojos grandes expresivos y oscuros, tez morena, de baja estatura, sonrisa grande y... la verdad es que no era gran cosa. Pero tenía algo especial, si no fuera por su falta de creencias diría que tenía como… un halo de luz alrededor.

 

Continuará…

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