Ayer, día 21 de Mayo de 2013 fue la misa funeral por el alma de Quique Bruquetas. Este escrito fue leído al final de la misa.
Uno se da
cuenta de que se está haciendo mayor porque cada año que pasa son más los
velatorios, entierros y funerales a los que asiste. Y cada año que pasa son más
jóvenes los que se mueren... o al menos eso nos parece.
Hoy estamos
aquí por Quique Bruquetas, mi cuñado. Y aunque sé que todos los presentes lo
conocían y podrían subir aquí a contar anécdotas sobre Quique, intentaré ser yo
el que con estas breves palabras intente hacer un retrato que se asemeje lo
suficiente a quién fue, como para que todos lo puedan reconocer.
Quique era
una persona especial, muy especial, tanto que cuando Dios quiso llevárselo
envió un mensajero en forma de pájaro blanco que entró en su estudio mientras
trabajaba. Esa fue su última y maravillosa fotografía que dejó para la
posteridad.
De quique se
pueden decir muchas cosas. De su alegría. De su sonrisa. De sus bromas. De su
constante buen humor...
Porque
Quique era el centro de un mundo amplio que giraba alrededor de él. Un mundo
cuyo epicentro estaba en su estudio en Mesa y López, por donde amigos,
conocidos y parientes paraban a tomar café a cualquier hora de la mañana o de
la tarde, o el cubatita en la tarde noche.
Todos los
que a él acudíamos sabíamos que íbamos a encontrar una sonrisa que nos
aliviaría del agobio del día, una palabra amable, una palmadita en la espalda o
un abrazo. Porque Quique era así. La personificación de la bonhomía, que según
el diccionario significa: Afabilidad,
sencillez, bondad y honradez en el carácter y en el comportamiento. Todas
cualidades que portó en su personalidad.
Pero seguro que si hiciéramos una
encuesta entre todas las personas que lo conocieron durante su vida y
preguntáramos que frase definiría mejor su personalidad, ganaría: "QUIQUE ERA
UNA PERSONA CON LA QUE SE PODÍA CONTAR"
Y quizás es una de las cosas más
bonitas que se pueden decir de alguien, porque si revisamos nuestro entorno con
sinceridad, nos daremos cuenta de que nuestro mundo está lleno de conocidos y
amistades, pero amigos hay pocos y con los que se pueden contar... nos suelen
sobrar dedos de una mano.
Y es por eso por lo que va a dejar
un hueco y un gran vacío en tantas personas que lo quisimos, porque ya no
podremos contar con él. Sobre todo en Lusaro, su mujer y sus hijos Álvaro y
Lorena. Pero ese hueco seguro que quedará siempre relleno con su luz.
Cuando uno
va a muchas misas de funerales, se da cuenta de que a pesar de ser momentos
dolorosos para la familia y los amigos, el cura nos recuerda que para el
cristiano, la muerte es un momento de alegría por el reencuentro con el Padre y
la promesa de la vida eterna.
Y Quique era
lo que yo entiendo como ser un buen cristiano, porque ser un buen cristiano no
es ir a misa los domingos y darse golpes de pecho. Ni predicar sin dar trigo. Y
Quique no se dedicó nunca a predicar ni a dar consejos, Quique vivió la vida
dando ejemplo, siendo él mismo.
Quique sufrió
un accidente de moto a los 18 años que le obligó a una larga y dolorosa
rehabilitación y a soportar el resto de su vida una prótesis de cadera y una
cojera de la que pocos se daban cuenta ya. Pero en su dolor, durante su larga estancia en el hospital, animaba
a los demás, a su madre, a sus hermanos y amigos, porque así era él. Incluso
logró que caminara más de uno que ni médicos ni fisios lograban que se
levantara de la cama.
Porque nunca en su vida temió el dolor ni se escondió del
sufrimiento, por eso no tenía problemas en acercarse y empatizar con el que
sufre.
Y aquí voy a
hacer un inciso.
No es mi
primera lectura ni escrito de funeral, para mí es importante que alguien hable
de la persona que se va de la forma más realista posible. Siempre después de
enumerar las virtudes, también intento compensar con los defectos. Pues todos
tenemos defectos y todos en vida hacemos pequeñas o grandes maldades que no
pueden ser pasadas por alto. Es más, no deben ser pasadas por alto, pues es
importante a la hora de la muerte: el perdón.
Pero con
Quique me ha ocurrido una cosa extraña, no los encontré, o se me pasaron por
alto, o puede ser que los haya expiado todos.
Porque
revisando los casi cuarenta años que hace que lo conozco, no recuerdo una sola
vez que me haya hablado mal de alguien, no recuerdo ni una sola vez haberlo
visto cabreado con alguien, que le haya dado a alguien una mala contestación o
que se haya peleado o envidiado. Quizás podríamos decir que su defecto era ser demasiado
buena persona y que se lo tragaba todo por dentro.
¿Pero es eso
un defecto?... No lo sé.
Lo
que sí sé es que mi cuñado Quique tuvo un sueño. En ese sueño abría un libro
viejo de su suegro, que describía cosas de Sudamérica y cuando abría las páginas él podía oír
y sentir lo que el libro describía. El sonido de los pájaros o los gritos de la
selva, etc.
En su sueño, al principio era sólo él el que lo oía, pero al final
de su sueño mientras sonaba la Sinfonía del Nuevo Mundo de Antón Dvorak, abrió
el libro por última vez y se dio cuenta de que no estaba solo, que muchas otras
personas se volvían a reclamar silencio.
Quique, hoy
no estás solo, pues como en tu sueño, muchos de los aquí sentados sentiremos tu
presencia y ojalá algo de tu ejemplo haya calado en todos nosotros.
Quique.
Amigo. Cuñado. Sabes que eres el hermano preferido de tus hermanos, que tus amigos
siempre tendrán tu cubatita preparado en la mesa y que te echaremos de menos en
las bruquetadas.
Hasta siempre.
Juan Carlos Domínguez Siemens
1 comentario:
Juan Carlos, como te dije el día de la misa, has clavado el discurso, tengo que decir a los cuatro vientos, coño, no le tocaba, teníamos que hacer unas cuantas cosas juntos y disfrutarlas con los amigos y su tribu, tengo un cabreo sordo.
Siempre su amigo.
Rafa
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