miércoles, 25 de noviembre de 2009

Aminatou Haidar, el Sahara, España y Canarias


El ministerio de asuntos exteriores de España, el gobierno de Zapatero y en general las autoridades españolas, deberían estar preocupadas. Mucho más preocupadas de lo que en principio incluso los más pesimistas creen que deben estar. Lo que Aminatou Haidar ha puesto en Lanzarote, es una bomba atómica de relojería.

¿Qué por qué digo esto? Para mí va a ser muy fácil de explicar, aunque para muchos, especialmente los no canarios, será muy difícil de entender.

Antes de empezar con mi explicación, quiero que entiendan que el que firma este artículo, es decir yo, no soy para nada sospechoso de independentista. Por mis venas (por parte de ambos  progenitores), corre sangre que se remonta a la conquista, lo cual quiere decir sangre de conquistadores y aborígenes; y según mi modesto entender, conviven en ellas en plena armonía. Me siento español y canario y no considero a ninguno de los dos sentimientos excluyentes del otro. Y dicho esto paso a mi explicación que espero lleve a alguien a hacer una reflexión.

Los canarios tenemos un sentido vivencial muy especial, el mismo que nos lleva a aparentar una tibieza  en nuestras reacciones que se puede llegar a confundir con la mansedumbre. Nuestra irritación frente al maltrato, dura lo que dura y no suele ser mucho. Siempre hay alguien que te recuerda… déjalo muchacho, si no merece la pena hacerse mala sangre por eso. Doctores tiene la iglesia y sociólogos el gobierno, que entre los sabios expliquen o traten de explicar por qué somos “asín”.

Yo recuerdo hace años cuando se nos cambió el protocolo de adhesión a la CEE y sin explicar demasiado bien cuales iban a ser las consecuencias se nos hizo territorio comunitario (con pequeñas especificidades eso sí); que yo luché por la opción que hoy defiende en solitario el periódico El Día: el Estado Libre Asociado. En aquella época conocí a muchos independentistas, algunos serios y otros no tanto, algunos convencidos, otros simples arribistas ante la posibilidad de un nuevo poder y otros folclóricos o resentidos contra un estado que consideraban opresor. En alguna reunión yo les decía de todos los esfuerzos que se estaban haciendo, que se desengañaran, que conducirían a la indignación, que esta se podría utilizar para hacer una gran manifestación, pero que una vez acabada, las aguas volverían mansas al río y la vida continuaría como si nada hubiera pasado. Porque los canarios dejamos que el disgusto crezca dentro de nosotros como una ola, pero el día que la ola explota (en una manifestación por ejemplo) se acabó lo que se daba. Ejemplos de lo que digo se pueden encontrar muchos en las hemerotecas.

Pero la canaria también es, o más bien por encima de todo es, empática. ¿Qué significa esto? Que nos duele el sufrimiento de los demás casi más que el propio. Es más, lo que no haríamos por defender nuestros intereses, es posible que nos mueva en defensa de los intereses de otro al que consideramos que está en condiciones de inferioridad.

Y aquí conecto con el principio del artículo, los canarios tenemos muchísima sensibilidad con el tema del Sahara. Cuando se cedieron los territorios tras la “marcha verde”, muy pocos son los canarios que olvidan que el Sahara era una provincia española y no una colonia. Lo mismo que muy pocos canarios olvidan que el rey poco tiempo antes de la entrega vino al Sahara y pronunció un discurso en el que dijo que la españolidad del Sahara era incuestionable. Muchas familias canarias tenían su vida allí y tuvieron que volver, algunas con lo puesto. En general para Canarias la entrega del Sahara a Marruecos fue una tragedia. Durante treinta y tantos años el Frente Polisario ha estado presente en Canarias, ayuntamientos de todas las islas han apoyado y le han brindado su solidaridad al pueblo saharaui. Hay organizaciones en todo el entramado social, que nos recuerdan constantemente la injusticia y el genocidio que se comete desde Marruecos, con las miradas de organismos internacionales desviadas para no verlo. Los canarios tampoco olvidamos cómo, dialécticamente, fuimos perdiendo derechos adquiridos durante siglos. El ejemplo más claro fue el banco que durante cientos de años se denominó “banco canario-sahariano”, conocido así desde antes de la conquista. Hasta qué, tras nuevas consignas, seguramente llegadas desde Madrid, pasó a denominarse “banco marroquí”. De esta manera se impedía cualquier reclamación por parte de los canarios a los derechos que teníamos sobre el mismo. Yo aún recuerdo la primera vez que se le nombró así en un telediario de la televisión nacional. La sorpresa e indignación que nos provocó a todos y que por supuesto, no causaron mella en los ordenantes del desatino.

Insisto, los canarios nos sentimos unidos al Sahara por siglos de historia, de comercio, de trabajo, por lazos familiares y por cercanía. Ahora llega esta mujer luchadora: Aminatou Haidar y nos recuerda una vez más la gran injusticia que se está cometiendo con un pueblo que si no se le quiere llamar hermano, desde luego es pariente, y muy cercano. Los canarios no podemos permitir que se siga mirando hacia otro lado mientras se siguen cometiendo las tropelías que se cometen a escasos ciento cincuenta kilómetros de nuestras costas.

España tiene que defender sus intereses, por supuesto, y no es fácil tener un vecino como Marruecos. Pero también tiene que considerar que la transición tuvo un precio, que pagaron involuntariamente los saharauis y los canarios también de rebote. España nos debe a los canarios la solución de un conflicto que nos toca de cerca, tan de cerca que la indignación frente a la injusticia que se está cebando sobre esta mujer, empieza a hacer crecer una ola que pueden aprovechar intereses espurios para hacerla estallar como una bomba atómica de consecuencias inusitadas.

Juan Carlos Domínguez Siemens

No hay comentarios: