viernes, 14 de agosto de 2009

El padre Antonio Vicente un santo canarión

Dentro de la galería de personajes familiares ocupa lugar destacado el padre Antonio Vicente González. Antonio Vicente era tío de mi bisabuelo Antonio, el padre de mi abuela Pepa. Tanto de las peculiaridades de mi abuela, Pepita Arias, como de su padre Antonio Arias González (dueño del famoso toro Arión Pontiac), ya he hablado en alguno de mis escritos. Hoy voy a hablarles de Antonio Vicente González un cura que dio su vida por el pueblo y está en proceso de canonización.

El padre Antonio Vicente nació en la villa de Agüimes el cinco de abril de 1817. Recibió una esmerada y cristiana formación con los Padres Dominicos del Convento de Ntra. Sra. De las Nieves de dicha villa. Cursó estudios eclesiásticos en el seminario de Las Palmas con las mejores notas y fue ordenado sacerdote el 19 de enero de 1845. Obtuvo el grado de bachiller en Sagrada Teología, posteriormente desempeñaría los cargos de Fiscal General de la Diócesis, Secretario del Seminario, Vicerrector y Catedrático de Teología Fundamental del mismo.

Fue el primer párroco de la iglesia de Santo Domingo de Guzmán en el barrio de Vegueta de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria. Aquí ejerció su oficio pastoral con gran celo, realizando frecuentes actos de caridad que le granjearon fama de hombre piadoso y benefactor de los pobres. Esto le reportó un gran cariño y simpatía por parte de sus feligreses por los que consume y agota su vida. Dos hechos marcaron su experiencia vital en sus últimos años y le ganaron fama de hombre santo. Primero durante la hambruna del año 1847 en la que monta un centro de caridad frente a su iglesia donde arbitra recursos incluyendo sus propios ingresos para paliar el hambre en la ciudad de Las Palmas y en otros pueblos de la isla en especial en su querida Villa de Agüimes. Y finalmente durante la epidemia de cólera y peste del año 1850 -51, donde lejos de encerrarse para salvaguardar su vida, ofició la eucaristía y se dedicó a ayudar a los enfermos dando la extremaunción a miles de ellos, hasta que contagiado de la enfermedad murió el 22 de Junio de 1851.

El padre Antonio Vicente fue un hombre inteligente e intelectualmente dotado, de una oratoria brillante que emocionaba a los feligreses que lo seguían con devoción. Los domingos, tras decir misa en su parroquia se iba a otras de barrios más desfavorecidos y oficiaba la misa sin pedir estipendio alguno a cambio. Su humildad y su caridad llegaron al extremo de despojarse de sus propias ropas para dársela a los más necesitados.

Era muy devoto de la Virgen del Rosario, ante cuya imagen había rezado cientos de veces desde que era niño en el Convento de Santo Domingo en Agüimes. El gobernador eclesiástico lo nombró mayordomo o custodio de la misma y de su culto en 1845. Lejos de labrarse un patrimonio como era costumbre en la curia de la época, el padre Antonio Vicente sostenía a su padre con cinco hermanos y dos tíos que componía la familia de su casa además de socorrer en lo posible a muchos familiares inmediatos y paisanos infelices.

Cuenta la tradición oral transmitida de padres a hijos que cuando llegaba a oídos de los habitantes que Antonio Vicente venía a Agüimes las campanas del convento empezaban a sonar y todo el pueblo salía a recibirle. Lo primero que hacía era cumplir con su devoción e ir a rezarle a su amada Virgen del Rosario y ocuparse personalmente del aseo del convento.

Durante la estancia del padre Antonio María Claret en Las Palmas, quedó tan impresionado por Antonio Vicente que le encargó además de la librería religiosa, para que creara y dirigiera en su parroquia de Archicofradía del Inmaculado Corazón de María que convivió fraternalmente con la Hermandad del Santísimo Rosario.

Otro eclesiástico que quedó prendado de la personalidad, inteligencia, humildad, caridad y oratoria del padre Antonio Vicente fue el Obispo Codina, que lo nombró predicador del Evangelio de los domingos y festivos en el Seminario.

En definitiva, este gran santo que vivió en nuestra isla de Gran Canaria entregando su vida a los demás y dejando una impronta que perdura, está en proceso de beatificación en la Santa Sede. Su propia biografía es un reflejo de santidad, pero es que además Antonio Vicente intercede para conceder milagros, son muchos los que están atestiguados.

En una época como la que estamos viviendo, con una crisis que no es económica, sino esencialmente del ser humano y de su relación con Dios, al que hemos apartado totalmente de nuestras vidas, no está de más reflejarnos en aquellos que con sus vidas dieron ejemplo de una entereza, un espíritu de sacrificio y una entrega a los demás que está más allá de lo humano.

No sé si al final se logrará terminar su proceso de beatificación o no, pero me encantaría desde esta página poder rendirle en el nombre no sólo de la familia de la que fue un gran benefactor, sino de todos aquellos que ayudó a vivir o a morir, dándoles el último soplo de fe y de esperanza en la vida eterna para que entregaran su último aliento a un Dios que Omnipotente y Amantísimo los recibiría en su seno.

Da igual que la Iglesia lo reconozca santo o no, pues todo aquél que ha llegado al conocimiento de su vida ha sabido de su santidad y al que le pida un milagro con fe tengan por seguro que se lo concede.

Juan Carlos Domínguez Siemens

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