martes, 24 de junio de 2008

Historias de la noche de San Juan

Historias de San Juan


Cuando era pequeño en casa de mis abuelos, la cocinera se llamaba Adela. Era una mujer de la isla del Hierro que cuando nos quedábamos solos por las tardes me contaba historias. Una de ellas trataba sobre la noche de San Juan, la noche en que el diablo anda suelto y decía así:

“Iba mi abuelo caminando una noche de San Juan a través del campo hacia Valverde, cuando se dio cuenta de que se había perdido. Un camino que solía hacer en una hora, llevaba recorriéndolo tres y no había llegado a ninguna parte. Asustado por las historias que le habían contado sus mayores, acerca del diablo en la noche de San Juan, empezó a hacer marcas en los arboles y en el suelo a medida que iba pasando. Caminó y caminó pero siguió sin ver las luces de Valverde, entonces al reconocer las marcas que había dejado a su paso, se dio cuenta de que avanzaba en círculos. Aterrado escuchó ruidos de cascos de caballo y al echarse a correr se dio de bruces con un jinete montado sobre un gran caballo blanco. El caballero iba totalmente vestido de rojo y oro, con un gran sombrero con tres plumas largas, que le dejaba el rostro en sombras. Con voz profunda se dirigió a él por su nombre diciéndole “Buenas noches Tomás ¿a donde vas a estas horas?” Mi abuelo tartamudeando de terror le respondió “A Valverde, me esperan mi mujer y mis hijos para ir a misa de doce”. El caballero espoleó el caballo que se puso en dos patas y quitándose su gran sombrero enseñó su cara de macho cabrío y sus cuernos y con una risotada le gritó “Pues esta noche no llegarás”. Mi abuelo corrió y corrió, pero hasta el amanecer no llegó a Valverde. Cuando mi abuela lo vio, no lo reconoció, todos los pelos de la cabeza se le habían vuelto blancos del susto. Cuando contó la historia en el pueblo, nadie lo quería creer, hasta que de su bolsa sacó una larga pluma roja que se le había caído al diablo del sombrero .”

Cuarenta y tantos años después, me pregunto si en realidad el abuelo de la cocinera de mi abuela (parece un trabalenguas) no habrá tenido una tórrida noche de fulanas y habrá llegado con el cuento ese tras sacarle una pluma del traje a la cupletista. Reconozcan que la excusa fue buena, al menos en esa familia coló.

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