viernes, 18 de abril de 2008

El Tigre, el domador y la novia (1)

Cuento por entregas... aquí va el capítulo 1

El Burguillo del Buen Camino es un pueblo que habría pasado desapercibido si no fuera por tres cosas. La primera, que tiene la iglesia más bonita de la región, donde todos los novios quieren casarse porque salen las mejores fotos. Segundo porque que se sepa, nadie que se haya casado allí ha roto su matrimonio en los últimos cien años. Y tercero porque no sólo tiene el único circo en trescientos kilómetros a la redonda sino que históricamente el párroco de su iglesia, actúa también como domador de tigres.

María y José Luis es una de las tantas jóvenes parejas que todos los años recibe El Burguillo para celebrar sus esponsales en el pueblo.
María es una joven y preciosa mujer de veintidós años, pequeñita, morena de pelo lacio y negro, ojos grandes apasionados y oscuros, y con una figura cimbreante que quita el hipo por sus andares de gacela. Es una mujer delicada, dulce, coqueta, mimosa y como suele ocurrir siempre en estos casos con un pronto endiablado cuando se le lleva la contraria o no consigue lo que quiere. En estos casos, los sapos y culebras suelen salir de su boca de forma despiadada y sin control. Después se arrepiente, claro, porque María no es una mala mujer, más bien al contrario, la dulzura y los buenos sentimientos son los que marcan su personalidad.

José Luis es un tipo varonil, no una belleza, pero si un buen ejemplar de hombre. Espaldas anchas, músculos abultados por sus largas horas de ejercicio, mandíbula cuadrada, pelo lacio corto, manos grandes y fuertes, de cara sonriente y ojos muy expresivos, que cambian de color con sus estados de ánimo. José Luis es un hombre muy seguro de sí mismo y protector con su entorno. No se deja achantar por nadie, aunque por las buenas es un pedazo de pan. Tiene un gran sentido de la justicia y trata siempre de auto controlarse, consciente de su fuerza bastante bruta. Precisamente por eso todos los días hace ejercicio, no solo para mantenerse en buena forma sino también como válvula de escape para los excesos de testosterona.

Hacen una bella pareja a pesar de la diferencia de altura, pues José Luis mide más de metro ochenta y María apenas sobrepasa el metro sesenta. Desde el día en que se conocieron hace ahora un año se gustaron mutuamente, aunque María se lo puso bien difícil a José Luis para llegar hasta ella. Él estaba acostumbrado a que las mujeres cayeran rápidamente rendidas a sus encantos y a pesar de sus escasos veinticinco años estaba curtido en mil batallas morosas de las que había salido airoso e indemne. Tres meses de llamadas y rondas le costó la aceptación de la primera cita por parte de ella. Eso le obligó a multiplicar por dos sus horas de ejercicio, única forma que encontraba él para luchar contra el stress y la ansiedad que le provocaba el rechazo de ella. Sus amigos le decían que estaba loco, pero José Luis era un tipo que no se dejaba influenciar por su entorno y de alguna forma sabía que en este mundo “el que quiere celeste que le cueste”. E insistió e insistió hasta que logró su primera cita, fue una salida al cine y después a cenar. Ella venía esplendorosa, en su traje turquesa escotado, corto y ceñido a la cintura, que hacía que el moreno brillante de la piel de sus brazos y piernas destacara aun más deseable si cabe que nunca.

Ella lo hizo esperar quince minutos a la puerta del cine, con las entradas entre sus dedos sudorosos y la boca seca por la adrenalina y la expectación. Cuando por fin apareció con una sonrisa espléndida y aires de princesa egipcia, él estuvo al borde de un infarto, el corazón le latía tan deprisa que parecía tener un tambor en el pecho.Cuando le pasó el brazo por la cintura para darle un beso, ella se sintió desvanecer y cuando él la soltó, se ruborizó al pensar que se le debían notar los pezones erectos bajo el ligero vestido sin sujetador. Por supuesto que él se había dado cuenta, pero era un caballero y con una sonrisa la guió dentro. Después de la película fueron a cenar a un pequeño e intimo restaurante en las afueras de la ciudad. Hablaron mucho durante la cena, siguieron sin parar en la sobremesa y pasearon en silencio, hasta que a las dos de la mañana ella miró el reloj y exclamó ¡Dios mío mi padre me mata!

La dejó veinte minutos después en la puerta de su casa, al darle el beso de despedida le dijo de pronto, ¿sabes algo? Contigo me voy a casar. Ella lo miró con una incrédula sonrisa y respondió, tú lo que pasa es que estás loco. Y así quedó todo. Al mes se dieron el primer beso apasionado en un ascensor, a los tres meses hicieron por primera vez el amor y lograron parar el mundo, a los cuatro meses decidieron casarse y el padre de ella puso como única condición que la boda fuera en El Burguillo del Buen Camino.

Aceptada la condición, se acercaron al Burguillo a hablar con el cura, momento en el que empieza nuestra historia de la que tan larga introducción hemos hecho.

El cura del Burguillo, el padre Sebastián Munguía, padre Chano como gustaba de ser llamado, es un hombre que rezuma vitalidad, fuerza, misticismo y bondad por los cuatro costados. Cara oronda y ojos chispeantes, sonrisa fácil y carcajada pronta, con la que hace que sus cien kilos de peso reverberen como si fuera un colchón de muelles. No es que fuera un hombre gordo, no, tenía un poco de sobrepeso eso sí, pero era de ese tipo de gordo fuerte de ágil movimiento y respuesta rápida. Era famoso por haber sido de los mejores domadores de tigres del mundo y todavía hoy a pesar de ser el párroco titular de la Iglesia de San Francisco en el Burguillo, a la que había llegado tras su paso por el Seminario de Vocaciones Tardías, conserva su lenguaje y ademanes circenses.

Cuando entró la pareja en la iglesia, el cura estaba haciendo ejercicios de yoga, practicando "la postura del arado" y sólo se le veían los pies asomar detrás del altar. Se quedaron estupefactos con la visión, la verdad es que no es muy normal encontrar un cura boca abajo detrás de un altar. Un parroquiano que salía de la iglesia en ese momento viendo su cara de asombro, les dijo por lo bajito, está haciendo ejercicios de relajación y estiramiento de espalda, denle cinco minutos y después seguro que estará encantado de atenderles.

Tras cinco minutos de espera, efectivamente el cura bajó los pies, recuperó la vertical y tras una genuflexión ante el altar, dio media vuelta y se dirigió a ellos.
-¡Buenos días nos de Dios! –Dijo el cura con energía-
-Buenos días Padre –respondieron ellos-
-A ver… déjenme adivinar que los trae por aquí, están enamorados, han decidido casarse y han elegido mi iglesia para tan venturoso acontecimiento, a que sí, jajaja- el cura se partía literalmente con aquella carcajada-
-Pues sí, lo ha adivinado todo- dijo María mirando de soslayo a José Luis- veníamos a ver qué fechas tiene libres para celebrar la boda.
-Uff… que difícil lo tenéis, no hay fecha libre hasta el 2027 jajaja – soltó una nueva carcajada con la que casi se revuelca por el suelo-
José Luis se estaba empezando a poner de mal humor y María le miraba a los ojos imperativa para aplacarlo.
-De todas maneras pasen a la sacristía y veremos qué puedo hacer por ustedes-dijo el padre Chano secándose las lágrimas que se le habían saltado de la ultima carcajada-

La sacristía era una enorme sala, con muebles funcionales y nada eclesiásticos. Una mesa de despacho bien ordenada, presidida por una gran pantalla de ordenador y su teclado y ratón. Sobre la mesa, algunas carpetas apiladas en un extremo y varios expedientes abiertos en carpetas de colores. Dos sillas confidentes ante la mesa y un gran sillón rojo y mullido detrás. Un enorme ventanal a espaldas de la mesa ofrecía una esplendida panorámica sobre las montañas y valles detrás de la iglesia. A la derecha un gran sofá con dos sillones y una larga y baja mesa de madera de castaño, frente a una gran chimenea custodiada por dos cabezas de tigre uno a la derecha con las fauces abiertas las orejas gachas, enseñando los dientes y aspecto feroz. El otro, con la lengua fuera, aspecto dócil y actitud de gato mimoso. Encima de la chimenea, tres imágenes, San Francisco de Asís con un lobo a sus pies, Jesús rodeado de niños y María con Jesús en brazos.

Al otro extremo de la habitación, había una pequeña cocina con fregadero, nevera varios armarios y una cafetera con el café recién hecho que impregnaba con su aroma toda la gran habitación. Una mesa de comedor de madera clara, para diez comensales completaba aquel rincón sencillo pero acogedor. Grandes cortinajes que pendían del techo ofrecían la oportunidad de independizar cualquiera de las alas del salón para mayor intimidad y recogimiento. El aroma del café y la leña quemada con ligeros toques de sándalo, hacían de aquella estancia uno de los lugares mas confortables por el que los novios habían pasado nunca.

El padre Chano toco una campanilla y de un lateral de la cocina una puerta se abrió dando paso a una mujer redonda y bienhumorada que se secaba las manos en un delantal blanco de encajes, para acto seguido atusarse el moño grisáceo en el que recogía su cabellera.
-Casilda por favor, nos sirves café en el salón... cuando termines de ponerte guapa claro, que ya sabemos que tu aspecto es importante en esta casa.- dijo esto, como no, en tono de burla y desternillándose después de su ocurrencia-
- Por su puesto mosén Chano, ya sabe que me gusta estar guapa para usted y ser su fiel servidora- respondió Casilda en el mismo tono, mientras hacía un movimiento sensual moviendo su hermoso pompis, devolviéndole la pelota y carcajeándose a su vez.

La hilaridad de aquellos dos personajes era contagiosa y José Luis y María se rieron también de la gracieta. Aquello distendió el ambiente entre ellos, tensos por no entender el humor del cura. El padre Chano les señaló el sofá frente a la chimenea y se dirigieron allí a tomar asiento. El cura se disculpó un momento y salió de la habitación para cambiarse de ropa, mientras Casilda actuaba de anfitriona y les traía el café con pastas. Después de servirles se sentó con ellos en uno de los sillones y comenzó estudiarlos con mirada dulce y maternal.

-Entonces quieren que les case el padre Chano ¿Quién tuvo la feliz idea? –preguntó-
-Bueno… fue una condición de mi futuro suegro, aunque la verdad es que cada vez la entiendo menos -respondió José Luis que aun estaba perplejo por el loco comportamiento del cura-
-jajaja -rió una vez más Casilda- ¡no te preocupes hombre! Es verdad que está un poco loco pero te aseguro que los ejercicios de preparación al matrimonio son inolvidables aquí. ¿Cómo se llama tu suegro?
-Jorge Brugal -respondió María esta vez-
-Ah sí, lo recuerdo, un hombre muy guapo y atractivo, también recuerdo a tu madre una niña guapísima, rubia y de ojos azules, parecía una actriz de cine. ¿que tal están ellos? Me alegrará mucho si ustedes se casan aquí, volver a verlos después de tantos años.
- Están bien- dijo María haciendo cábalas con la edad de Casilda, pues sus padres se habían casado hacía casi cuarenta años y aquella mujer a pesar del pelo gris no parecía tener más de cincuenta, además no entendía como podía tener tan buena memoria para acordarse de alguien que hacía tanto tiempo que no veía. –
- Tengo casi setenta -dijo Casilda leyéndole el pensamiento- y sí, me acuerdo de cada pareja que ha pasado por esta sacristía en los últimos cincuenta años y tres curas.

En ese momento apareció el padre Chano por la puerta, pantalones y botas de domador, camisa negra, alzacuellos blanco y tirantes completaban su estrafalario atuendo.
- ¿¡Bueno Casilda ya los convenciste de que casarse es un disparate!? ¿O persisten en su osadía?
- El único disparate que hay aquí eres tú y el día en que la iglesia perdió el tino y te ordenó sacerdote, ¡so payaso!-Y dicho esto los dos rieron hasta las lágrimas, mientras María y José Luis se preguntaban qué demonios hacían allí y si el padre de ella no les estaría gastando una broma pesada.-
- Bueno, ya está -dijo el padre Chano una vez recuperada la compostura y mientras se secaba con el faldón de la camisa la última lagrima- Ahora en serio, parece que Casandra les da su aprobación y eso para mí es suficiente. Solo tengo una cosa que añadir, ¿saben cómo funcionan aquí los ejercicios prematrimoniales?
- No –respondieron al unísono-
- Mejor-dijo el padre Chano, dedicándole a Casilda una mirada picarona con guiño incluido- pues esperen un momento que les voy a dar hora para los ejercicios, cuando los superen les daré fecha y hora para la boda. –Fue hasta su mesa, leyó varios papeles y les dijo- vénganse el fin de semana del 23 al 25, traigan ropa cómoda, los ejercicios empiezan el viernes al mediodía y terminan el domingo al anochecer.
-¿Eso es todo? -Preguntó José Luis, por el giro inesperado de los acontecimientos, ya estaba preparado para no poder casarse allí y los estaban citando para dentro de dos semanas-
- Sí y ¡hala a escupir a la calle que tengo mucho trabajo!- Dijo el padre Chano desapareciendo rápidamente por la puerta como alma que lleva el diablo y dejando a José Luis con la palabra en la boca-
- No le hagan ni caso él es así- dijo Casilda haciendo un gesto con el índice en su sien que indicaba la locura del Franciscano- pero no se preocupen que no se arrepentirán de haberse casado aquí, nuestras bodas son para toda la vida.

Así terminó aquella rara primera visita al Burguillo del buen camino, ellos volvieron a casa un poco desconcertados y sin saber cómo ubicar todo lo vivido en aquellas dos horas escasas dentro de sus creencias particulares. Sólo una cosa tenían claro, todo era muy peculiar en aquel pueblo.


Continuará...

No hay comentarios: