lunes, 28 de abril de 2008

El Tigre, el domador y la novia (2)

Capítulo 2


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Dos semanas después volvieron, no sin cierta inquietud por lo que podría ocurrir aquel fin de semana, al pueblo. A su llegada, encontraron que éste era una fiesta. Una banda de músicos en uniformes rojos y con altos gorros blancos tocaban largas trompetas y grandes tambores. Les seguía un grupo de marjorettes, todas con chaqueta azul y falda plisada blanca y corta que seguían el compás de la música mientras andaban. Detrás de ellos venía un grupo de elefantes, montados por bellas mujeres vestidas con gasas como salidas de las mil y una noches. Les seguían, las jaulas con tigres y leones que montadas sobre ruedas, eran arrastradas por largas filas de caballos que en parejas, blancos a la derecha y negros a la izquierda formaban una bella estampa. Detrás, los payasos, malabaristas, equilibristas, magos y toda la parafernalia que siempre acompaña a los circos, junto a la inevitable y ruidosa chiquillería de todos los alrededores que venía detrás saltando brincando y gritando.

Pero lo más sorprendente del cuadro, era ver al frente de todo aquel bullicio a Chano el cura. Vestido con sus pantalones de domador color blanco, su chaqueta de lentejuelas, rojas y brillantes, sus botas de montar altas, con polainas y espuelas, su sombrero de copa y sin haberse cambiado la camisa negra con alzacuellos blanco. Dirigía el desfile provisto de un largo bastón de mando con el que indicaba cuando debían parar, ponerse en marcha, acelerar o frenar el ritmo.

La muchedumbre abarrotaba las aceras para verlos pasar, con vivas al circo, carcajadas a los payasos y ohhhhhs a los tigres y leones que desde las jaulas de vez en cuando soltaban un rugido para delicia de los asistentes.

El padre Chano los vio, cuando parados y con la boca abierta miraban con ojos como platos la llegada del pasacalles. Con un gesto de su bastón paró el desfile y se dirigió a ellos, haciendo ademán con las manos para que se acercasen. En medio del silencio expectante que se hizo a continuación se oyó su voz profunda de barítono gritarle a la concurrencia: ¡Nuestros invitados han llegado!
Un rugido ensordecedor se hizo eco en la multitud que gritaba sin parar ¡VIVAN LOS NOVIOS!

José Luis estuvo a punto de echarse a correr pero María lo tenía bien sujeto del brazo y no lo dejó escapar. Gritándole al oído él le decía “vámonos Mari que estos están todos locos”. Pero María aunque acongojada por el surrealismo de todo aquello le respondió “que no Jose, que se lo prometiste a mi padre y tenemos que quedarnos el fin de semana”. De repente empezaron a caerles flores, guirnaldas, serpentinas y confeti de todos lados mientras la música volvía perforarles los oídos y la cabalgata se ponía en marcha otra vez a las ordenes del cura que los empujaba, camino del circo.

A la entrada de la enorme carpa a rayas rojas y blancas, los esperaba Casilda. Al verla, la pareja, que creía que ya nada les podría sorprender en aquel pueblo, casi se caen para atrás del patatús.

A ver… para que se hagan una idea, Casilda iba vestida de… ¿han visto por casualidad la película de Walt Disney, “La bella durmiente”? pues iba de hada madrina, imagínense el shock, ella con su oronda figura, vestida de raso y gasas rosas, varita mágica en mano y gorro en forma de cucurucho alto y terminado en punta. ¡Hasta se había puesto alas en la espalda! Con brazos abiertos, ojos brillantes y sonrisa de oreja a oreja les daba la bienvenida como si fuera la cosa más natural del mundo.

¡Hola parejita! Les dijo cuando llegaron a su altura, dándole un abrazo a cada uno y medio asfixiándolos entre sus grandes y maternales pechos. ¡Chano, hombre, diles que paren ya de tanto alboroto que no nos dejan hablar! Le dijo al cura que venía detrás. Éste con gesto imperioso acalló la música y dio por terminado el desfile haciendo que la multitud se dispersase.

Las jaulas y los animales fueron llevados a su sitio en la parte de atrás de la carpa y poco a poco, cada uno de los integrantes del circo se fue volviendo a sus labores diarias de limpieza alimentación y mantenimiento de animales e instalaciones. No sin antes haberse acercado uno a uno a saludar a los novios, cada cual con una gran sonrisa. Los besos y palmaditas en la espalda se alargaron durante un tiempo que parecía interminable. José Luis y María aceptaban aquello como una rareza más del aparentemente interminable fin de semana que iban a pasar allí.

Una vez restablecida la tranquilidad, Casilda y Chano llevaron a la pareja dentro del circo. Era enorme, mucho más de que exteriormente parecía. Tenía tres pistas y cabida para cinco mil personas, que Jose Luis calculó era bastante más que los habitantes de todo el "Burguillo del Buen Camino" juntos.

Los focos estaban apagados, pero la luz del día se colaba por un agujero desde el techo de la carpa e iluminaba la pista central. Esta era enorme, con sus trapecios colgando arriba y la red protectora suspendida entre las altas columnas centrales que soportaban la carpa. El silencio junto a las enormes dimensiones, hacían de aquel espacio una especie de catedral que invitaba al recogimiento más que a la expansión.

La extraña pareja formada por Casilda y el padre Chano los guió hasta la pista central, donde la luz del sol iluminaba más que en el resto y les hicieron tomar asiento en dos cubos de los que se utilizan en el circo para que algunos de los animales hagan sus números.

Casilda tomó la palabra mientras el cura sonreía mirándolos directamente a los ojos, escrutando sus reacciones.
-¡Espero que les haya gustado la recepción! –dijo sonriendo- ya se habrán dado cuenta de que las bodas en el Burguillo nos las tomamos muy en serio.
-Sí, sí, pero… -empezó a decir Jose Luis-
-Shhh, espera, sabemos que aún no comprendéis nada y que todo esto os parece una locura, pero ya os dije cuando estuvisteis aquí hace dos semanas que nuestros cursillos prematrimoniales son inolvidables. También quiero que sepáis que sólo admitimos una de cada diez parejas que vienen a casarse en nuestra iglesia y que vosotros formáis parte de ese grupo de elegidos. Tenéis que saber que sólo una de cada diez parejas que empiezan el fin de semana aquí logra acabarlo.
-¡Por Dios Casilda! Los estás asustando, mira las caras que tienen los pobres. –el padre Chano como siempre estaba desternillándose de risa, aunque era verdad que las caras que tenía la parejita empezaban a dar lástima-
Casilda prosiguió haciendo caso omiso de los comentarios del párroco.
-Durante este fin de semana lo único que esperamos de ustedes es: confianza en que lo que os vamos a hacer es por vuestro bien, obediencia ciega y cumplimiento de todas las tareas que se os encarguen, sin discutir y sin ponerlas en duda, aunque ahora no lo entendáis, el domingo por la noche cuando esto se acabe, lo comprenderéis todo.

Jose Luis y maría la miraban con cara desencajada mientras ella hablaba, a Jose Luis eso de la obediencia ciega… como que sólo de escucharlo lo ponía de mal humor y sentía que interiormente se rebelaba. María, visto lo visto no podía imaginar que tareas le podrían encargar, pero uff no le estaba gustando nada.
El padre Chano parecía la persona más feliz del mundo, divirtiendose cómo un enano.
-¿Cuándo les vas a decir la mala noticia Casilda? –Dijo conteniendo la risa a duras penas-
-¿mala noticia, que mala noticia? –Preguntó María, que no podía entender nada de aquellos dos locos-
-¡Ah sí, es verdad! Me olvidaba de lo más importante, desde este momento y hasta el domingo por la noche, estaréis separados y no os podéis dirigir la palabra. En el momento que lo hagáis, se dará por finalizada la preparación para la boda y os tendréis que buscar otra iglesia.
-¡Pero por qué! –María ya no aguantaba más tanta locura-¡todo esto es una tontería y no lo entiendo!
-No tienes por qué entenderlo, esas son las condiciones y o las aceptáis o no las aceptáis y os marcháis. – Dijo el cura con semblante serio y voz grave y autoritaria que no permitía réplica-
María y Jose Luis se quedaron helados al oírlo y se miraron al unísono, durante unos segundos dudaron, pero una mirada de súplica de ella hizo que Jose Luis que casi tenía decidido marcharse, asintiera resignado.
-De acuerdo, será como nos piden.
Casilda soltó una carcajada y mirándolos dijo,
-¡Mira Chano, ya se olvidaron de que vienen a prepararse para su boda y parece que van a un entierro! -Y los dos, como de costumbre se desternillaron de risa.-

Cuando recuperaron la compostura, El padre Chano siguió con las instrucciones.
-Bueno, Jose Luis te vas a ir con Casilda que es a partir de este momento tu ama y señora y tú María te vienes conmigo.
Jose Luis y María se fundieron en un abrazo y maría le dijo al oído: “Amor aguanta, que es solo un fin de semana, pensaré en ti todo el tiempo que estemos separados, te quiero” Jose Luis la besó apasionadamente y le dijo “yo también te quiero amor, por ti aguantaré lo que sea”

Así se despidieron el uno del otro sin saber lo que les depararía aquel fin de semana que los cambiaría para siempre.

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Continuará……

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Querido Primo,
me gusta mucho tu historia.
Espero con ansiedad la próxima entrega.
Un abrazo
Alan

Anónimo dijo...

Hola Juan Carlos,

me sumo a la espera de Alan. Hasta yo ya me he hecho ideas propias de como va a seguir...

saludos,

Erik